2008-04-14

Ensayo de Antonella Minutola



Tecnología Informática
Lunes, turno mañana.
Antonella Minutola

Ensayo sobre Raffaele Simone y Mayte Pascual

En este ensayo se tratarán los siguientes temas: la diferencia entre la sociedad de la Conversación y la Sociedad de la Información; El rol de la educación; La propiedad intelectual en Internet; el Estado y el control de la información. Para realizarlo, se han utilizado textos de dos autores, Raffaele Simone quien escribió “La tercera Fase”, y Mayte Pascual cuyo texto se llama “En qué mundo vivimos, conversaciones con Manuel Castells”.


El cambio entre sociedades se ve caracterizado por la utilización de los conocimientos que una persona puede contener. En la Sociedad de la información, una gran variedad de comportamientos solo se hacen posibles si poseemos conocimientos previos.
La actual disponibilidad de conocimientos es sólo una ventaja para quien es capaz de adquirirlos; en cambio, para quien no los posee, o no sabe qué hacer con ellos, o se niega a hacerlo, es un tremendo obstáculo que puede incluso llegar a inhibir algunos comportamientos simples y el uso de ciertos recursos.
“Hasta la nuestra generación, los que tenían la prerrogativa de saber “cómo hacer” las cosas en una serie de ámbitos; es más, uno de sus papeles en la sociedad era precisamente el de trasmitir a los jóvenes esos conocimientos. Los nacidos después de 1970, en cambio, han tenido inmediatamente acceso a formas complicadas de conocimiento práctico… A menudo los viejos no saben en absoluto hacer algunas cosas, mientras que los jóvenes se las saben al dedillo”
[1]. Los nuevos “viejos” son los jóvenes en muchos aspectos.
Mayte Pascual en se texto hace referencia a que no se trata de un problema generacional, sino de la incapacidad de las personas de procesar la información que se puede adquirir en los diversos medios de comunicación. La forma de revertir esta situación es recurriendo a educadores.
Entre ambas sociedades se pueden encontrar varias diferencias:
Los conocimientos se creaban y se ponían en circulación en el taller del aprendiz o familia. Los conocimientos evolucionados se difundían a través de la mediación del lenguaje (hablado o escrito), por eso se la llamaba Sociedad de Conversación, y eran almacenados en la memoria, con lo cual existía la posibilidad de la pérdida de ellos. Otra forma de adquirirlos era mediante la observación de los “profesionales” y la imitación de los mismos. Muchísimos conocimientos se podían adquirir de forma inmediata, sin tener que aprender una cantidad excesiva de software previo. El experto, en la sociedad tradicional, era inmune, es decir, su sabiduría era indiscutible ya que no había otras fuentes de información que comprueben la veracidad del mismo.
En el siglo XX, la situación cambió. Apareció la verificación del conocimiento, los medios de comunicación, el conocimiento se comenzó a crear en la industria, aparecen las ciencias, se comenzó a cuestionar a los portadores de conocimientos, entre otras cosas. Otra característica es la aparición de espacios físicos que permitían la acumulación de información a la cual se puede acceder cada vez que sea necesario, se pueden verificar las fuentes de información y su veracidad. Además de esto, los lugares de producción de los conocimientos se han reproducido ilimitadamente, hasta llegar a pulverizarse. Un emblema tipo es la multiplicación de páginas de Internet, de las cuales no se sabe de su creador ni de la fecha de creación de la página.
Con respecto a la educación, como mencionamos anteriormente, las personas aprendían las tareas a través de la observación de los profesionales y la puesta en práctica de la tarea. Los conocimientos se transmitían a través de la comunicación, verbal y no verbal, y los conocimientos podían desaparecer ya que la única fuente de adquisición de conocimientos era la memoria. En la época actual, se recurre a las escuelas para adquirir conocimientos, además de otras fuentes como base de datos, archivos, bibliotecas, Internet, etc. Pero lo cierto es que la escuela se limita a transmitir algunos conocimientos bien definidos, manteniéndose ajena a dos mecanismos que en realidad son esenciales en la actualidad: el primero, es la velocidad del proceso de crecimiento del conocimiento a la cual la escuela responde con lentitud transmitiendo solamente un paquete delimitado y estático de conocimientos seleccionados. Es decir, la escuela es cognitivamente lenta. El segundo mecanismo es el proceso de difusión de metodologías de acceso a los “santuarios” del conocimiento, lo que hace que la escuela sea metodológicamente lenta.
Mayte Pascual menciona en su texto que la escuela ya no debería transmitir conocimientos que pueden ser adquiridos de medios como Internet, sino que la escuela debería enseñar a los alumnos la experimentación y que no coarten su autonomía intelectual. Con respecto a la propiedad intelectual, la escuela debe trasmitir valores, socializar en reglas de comportamiento, enseñar a buscar información en Internet, generar conocimientos y curiosidad de conocimiento a partir de esa información y motivar el aprendizaje. Para la autora, el sistema educativo es la institución más conservadora.
Otra propiedad intelectual que permite el acceso a Internet, mencionada por Simone, es la alfabetización “que favorece no sólo a la circulación, sino también la producción extensa de conocimiento. Habiendo aumentado el número de personas que saben leer y escribir, ha crecido también el número de personas que usan estos recursos para adquirir nuevos conocimientos leyendo y para transmitir los propios conocimientos escribiendo”
[2].
Ahora bien, el Estado fue fundamental en la aparición de la primera fuente de Internet, ya que invirtió en educación pública lo que posibilitó a que los descubridores de la red puedan adquirir los conocimientos necesarios para crear la misma. El Sr. Castells comenta en el texto de Mayte Pascual: “Los países en vías de desarrollo no pueden avanzar sin una infraestructura de comunicación, sin Internet, sin Internet de banda ancha y sin la capacidad educativa para utilizarlo. Ahí está la calve del desarrollo actual. No sirve de nada tener una conexión con Internet si no está vinculada a usos económicos, educativos o de servicio público”
[3]. Es decir, que el Estado tiene la obligación de propiciar educación para que las comunidades puedan avanzar y crecer en materia de la tecnología. Pero a medida que Internet se fue interiorizando en la vida de las personas, se comenzaron a encontrar muchos usos del mismo, que el Estado no se había imaginado con lo cual vio la necesidad de limitar el medio. El Sr. Castells afirma: “Los gobiernos temen la libertad que no está definida por sus propias reglas. Y por tanto, temen a Internet porque no hay manera de domesticarlo y someterlo a una policía continua como siempre se ha hecho con la comunicación en todas las épocas. De modo que no aceptan la encriptación, que es el mecanismo de proteger la privacidad y permitiría aumentar la seguridad en el conjunto de la Red. Debería enseñarse a (…) encriptar desde la escuela”[4]. Pero si se enseñara a encriptar, es decir, que los chicos aprendan a restringir el acceso a una información por medio de contraseñas, millones de sitios serían inaccesibles, y se volvería, en cierto punto, a la sociedad tradicional. Aquellos que lograron tener acceso a toda la información proveniente de Internet, serían los que impartan el conocimiento. Los nacidos luego de la encriptación deberían recurrir a aquellos que tuvieron acceso para adquirir más conocimiento. Los jóvenes volverían a ser los jóvenes que recurren a las personas mayores.
Por último, una de las formas que consideran posible para controlar la comunicación es mediante la concentración del negocio en grande grupos que imponen sus reglas, así creen que incrementarán la vigilancia y regulación.

El artículo que utilizo como ejemplo comprende dos ejes que fueron explicados anteriormente: el primero, la sociedad de la conversación y la sociedad de la información en el que se identifica, entre otros puntos, el cambio de roles de los jóvenes y las personas mayores, y el segundo, la educación en la era de la información, ya que menciona que las personas recurren a otras fuentes, además de la educación en escuelas primarias y secundarias, para aprender a utilizar Internet.
Con respecto al primero, el texto refuta la afirmación del autor Simone ya que demuestra que las personas mayores no se estancaron en el tiempo ni se negaron a aprenderlo, sino que aceptaron que es preciso adquirir conocimientos acerca de Internet y decidieron ir en busca de ese conocimiento. Lo que es cierto es que los profesores que enseñan a usar Internet, en su mayoría pueden ser personas jóvenes, con lo cual la teoría del autor tiene en cierto punto, algo de veracidad.
Con respecto al segundo eje, este es un claro ejemplo de que hay muchos lugares donde se imparte información, desde centros culturales, bibliotecas que posean libros sobre el tema, institutos, etc. En este artículo, la mayoría de los testimonios reconocen haber ido a tomar cursos, o recurrido a centro culturales.
Es importante que hayan superado la fobia ante lo nuevo y lo desconocido y hayan podido recurrir a fuentes para actualizarse y mantenerse en este mundo tan vertiginoso caracterizado por las relaciones horizontales, en un mundo de redes, donde casi todo transcurre en Internet.

















Información general
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Domingo 24 de abril de 2005

Rompen barreras tecnológicas

Cada vez más gente grande se anima a chatear por Internet
Se ve en los locutorios y en los institutos donde enseñan computación
Comunicarse con sus familiares fuera del país es uno de los motivos
· Otros lo hacen por trabajo
· Dicen que cuesta al principio, pero después lo logran
"Es un vicio. Una vez que aprendés, no podés largar." Estela Blanco cumplió 71 años y está entusiasmada con su nuevo pasatiempo: chatea todos los días. Durante la tarde, escribe correos electrónicos, lee diarios de otros países y envía chistes por Internet a sus familiares. Los adultos mayores también han entrado en el mundo cibernético. Consideran que Internet es una herramienta valiosa, a la que empiezan a descubrir como algo más que una simple diversión. "Tuve que sufrir varios meses para aprender y todavía no se mucho", cuenta Blanco, que se convirtió en habitué de un locutorio desde que su única hija se mudó a Milán. "Siempre que hablamos imaginamos un poquito como será volver a vernos", dice y habla de su hija, que fue la que le pidió que aprendiera los trucos de Internet para poder sentirla cerca. El profesor de computación Gustavo Marchini cuenta que en los cursos que dicta siempre hay dos o tres personas mayores. "Es una necesidad. Hace cuatro años que doy clases y se incrementó muchísimo el número de participantes mayores de 60 años", dice. Dicta cursos para aprender a manejar Internet que duran dos meses. Pero, aclara, las personas mayores generalmente toman un curso básico que dura más tiempo para aprender a usar todo el sistema operativo.
En la mayoría de los cursos que ofrecen los centros de computación de la ciudad de Buenos Aires se mezclan personas de todas edades. "Antes se hacían grupos de acuerdo con las edades. Hoy, por la demanda, se abren sin límite", dice Abraham Morales, dueño de una academia ubicada en Belgrano. Y agrega: "Tuvimos una buena respuesta; ahora la mayoría de los que vienen son personas mayores. Los chicos aprenden solos". No todos alumnos tienen computadora en su casa, pero sí tienen un locutorio cerca. "Mi primer cliente fue una señora de 71 años. Venía a usar el correo electrónico y el chat para comunicarse con un hijo que vive en Alemania", cuenta Romina Pérez, dueña de un locutorio en Barrio Norte. Recuerda que entre sus clientes hay dos o tres personas mayores por día. Por amor a sus nietas
"Aprendí a usar el correo electrónico y el chat para hablar con mis nietas, que están en España", relata Virginia Di Bella, de 64 años. Le resulta más barato que llamar por teléfono y no tiene que estar contando los minutos: "Hablo horas y sé de ellas todos los días". Otras personas aprendieron a usar Internet por motivos laborales. Es el caso de Eladio Zapata, de 72 años, que trabaja en el negocio de odontología de su hijo. "Uso el correo para comunicarme con él, cuando viaja al extranjero a traer materiales", explica con suficiencia. Aunque después confesó: "Fue un dolor de cabeza, pero ya me sé las mañas". Muchos de los adultos que tienen ganas de aprender, llegan a los locutorios sin saber casi nada. "Ayudamos a la gente que no sabe cómo enviar un archivo y ese tipo de cosas", dijo Juan José Zapiola, encargado de un locutorio en la avenida Pueyrredón. En el Centro Cultural Rojas de la UBA se dictan cursos de Internet para mayores de 50 años. Según Nidia Schuster, coordinadora del programa, el año pasado 242 personas mayores realizaron los cursos y recibieron muy orgullosos el certificado de participación. "La idea es que se les quite el miedo y puedan comunicarse con sus seres queridos. Es una necesidad que tienen y tenemos que ayudarlos", explicó Schuster. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires imparte cursos para aprender a usar el correo electrónico y para trabajar con la Web. Unos 950 adultos participaron de estos cursos durante el año pasado y para este debieron poner nuevos horarios. Francina Delgado
La lejanía fue lo que los acercó
Muchos de los que durante años sintieron una suerte de aversión o fobia hacia las nuevas tecnologías -y que argumentaban que ya estaban "viejos" para incorporar nuevos conocimientos- se han vuelto casi fanáticos de Internet. Se debe, en gran medida, a que no pocos empezaron casi por obligación. "No tenía otro remedio", dijo Aurelia, de 73 años. El de Aurelia es un caso como el de tantos otros y forma parte del éxodo de argentinos durante la crisis. La lejanía de sus hijos o nietos los acercó a la red de redes. Y ahora, como Aurelia, se definen como expertos en ese tipo de comunicación.
Cada vez más gente grande se anima a chatear por Internet

http://www.lanacion.com.ar/archivo/Nota.asp?nota_id=698806
Domingo 24 de abril de 2005 – Diario La Nación
[1] Simone, Raffaele (2001): “La tercera Fase. Formas de saber que estamos perdiendo”. Madrid, Editorial Taurus (Pensamiento), página 70.
[2] Simone, Raffaele (2001): “La tercera Fase. Formas de saber que estamos perdiendo”. Madrid, Editorial Taurus (Pensamiento), página 78.

[3] Pascual, Mayte (2006). “Comunicación e innovación en la era de Internet”. Capítulo 9 de En qué mundo vivimos. Alianza Editorial. Colección Alianza Ensayo. Madrid. Página 228.
[4] Pascual, Mayte (2006). “Comunicación e innovación en la era de Internet”. Capítulo 9 de En qué mundo vivimos. Alianza Editorial. Colección Alianza Ensayo. Madrid. Página 232.


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